jueves, 19 de abril de 2007

De babas y pañales


Jamás me gustaría volver ha estar en el pellejo de un bebé. No recordamos esa época de nuestras vidas... talvez sea demasiado traumático. El bebé es una montaña rusa emocional, no es capaz de entender que sucede justo delante de su naricita chata, porqué las personas gritan, ríen, lloran y no dejan cantar cuchi-cuchi o ea-ea con voces estridentes que pueden incluso joder para siempre sus delicados tímpanos y echar a perder frecuencias auditivas.
Dicen que hasta que no desarrollamos la capacidad lingüística no podemos articular pensamientos complejos ya que no tenemos palabras para desarrollarlos. //de ahí mi anglo-jilipollez// No entendemos que tenemos hambre y por eso nos molesta el estomago o que debemos apretar el esfínter para no bañar a mamá y, en menos ocasiones, a papá cuando nos cambian los pañales. Con los años adquirimos esa capacidad y llegamos a comprender cosas tan simples como que si te pica el pie hay que rascarse, pero si te pica determinada parte de la espalda hay que joderse porque no llegas. ¿Pero hasta dónde llega esa capacidad? ¿Si nunca llegamos a desarrollar completamente la capacidad lingüística somos capaces de comprendernos? es más… si no somos capaces de comprendernos comprenderemos el-más-allá-de-nuestro-ombligo?

Tal vez el problema sea querer entender o todo lo contrario…

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