Se levanta, carga toda su vida en la pequeña mochila y coge de nuevo a su delgaducha bicicleta. Lleva ya tres meses con ella, probablemente la relación más estrecha de su vida. Viene de Holanda, por eso los Balcanes le parecen un lugar cálido, acogedor y entrañablemente desordenado. Bosnia es a demás un país con historia en los ojos de las personas. Los ojos que ve pasar a la velocidad del pedaleo. Un grupo de turistas españoles con cámaras al cuello le sorprende en el restaurante más autentico que ha conocido. Una señora que cocina gallinas en medio del camino hacia la nada. Les saluda, les sonríe y sigue su camino.
