jueves, 16 de agosto de 2007

Flores para Hitler

A parte de imaginar al Leonard Cohen de Suzzane y otras canciones de amor resulta que existe un Leonard poeta que pese a sus cristos, santos y dioses se sostiene en pie más que dignamente. Uno de sus tres pinitos (o montañas) en el mundo de la poesía lo encontré por casualidad buscando en un rincón de una librería y me sorprendió, pero si, era el mismo Cohen…. ¿No será que hay pocos en el mundo? Pues bien en “Flores para Hitler” se pueden encontrar pequeñas delicias de todos los temas. A diferencia de grandes poetas que se dedican a publicar monográficos de amor, monográficos políticos o monotemas varios, este libro es capaz de tocar un poco de cada con una ironía desgarradora y mordaz.

Aquí os transcribo uno de ellos para abrir el apetito, probablemente no el mejor, pero si el que más me hizo sonreír.

Finalmente llamé

Finalmente llamé a las personas de las que no quería saber nada
después de la tercera señal me dije
lo dejaré sonar otras cinco veces, entonces qué haré
El teléfono es un magnífico instrumento
pero yo jamás aprendí a utilizarlo demasiado bien
cinco llamadas más y colgaré
sé donde hay que poner el aparato, eso por lo menos lo sé.
El teléfono era negro rebordeado de plata
la cabina era más acogedora que el drugstore
había un montón de cremas y tijeras y tubos
que necesitaba para mi cuerpo
estaba interesado en muchas gotas para la tos
me parece que el encargado odiaba
su teléfono y a la gente como yo
que pide cambio tan educadamente
decidí seguir por la misma calle
y entrar en el cuarto drugstore
y llamarles de nuevo.



Ahora me apetece más descubrirle como cantante.

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